17 mayo 2010

2010, Bicentenario

El bicentenario como fecha emblemática para repensar la nación
En este año 2010 los argentinos celebramos los 200 años de la Revolución de Mayo. Para apreciar mejor la fuerza simbólica de la fecha, habría que recordar antecedentes cronológicamente cercanos, como el 1976 estadounidense o el 1989 francés; y el más lejano en el almanaque pero más íntimo y caro en su significación en la historia nacional, que es el 1910 criollo, cuando la Argentina se transformaba aceleradamente en una sociedad moderna y se homenajeaba a sí misma con memorando los primeros 100 años de la Revolución. El clima político del Centenario, en 1910, era bien distinto del actual. No hay dudas que no era aquella una sociedad maravillosa: las duras imposiciones sociales de un capitalismo en formación, se reforzaban por el carácter excluyente del régimen político oligárquico. A lo largo de la primera década del siglo XX, la conflictividad social fue adquiriendo rasgos cada vez más severos, con una política estatal fuertemente represiva, lo que explica que las fiestas de mayo se hicieran con la vigencia del estado de sitio. Sin embargo, los argentinos de entonces podían participar razonablemente de una creencia colectiva en un destino nacional de grandeza, existiendo fundadas razones para que la mayoría pensara que el futuro sería mejor que el pasado, y que sus hijos gozarían de una situación económica, social y cultural mejor que la de ellos. Esas dos caras de la Argentina del Centenario permiten observar claramente las diferencias con el presente: mientras que hoy es muy difícil sostener esa creencia colectiva en un futuro mejor, luego de décadas cargadas de dificultades económicas, sociales y políticas, es obvio que, luego de 26 años de institucionalidad democrática, las formas de ejercicio de la dominación política se han alejado de aquel rostro represivo. Así, la Argentina de hoy es, para bien y para mal, muy diferente a la de 1910. Más allá de esas diferencias, la conmemoración de los 200 años de la Revolución de Mayo tendrá seguramente un punto en común con la de hace 100 años: la generación de un marco propicio para pensar la nación y nuestra sociedad. La sensibilidad políticocultural que se generó en torno al Centenario, influyó de manera notable en el universo político de la época, y explica la voluntad y capacidad del gobierno de Roque Sáenz Peña para promover la reforma de 1912 que impondría la democracia electoral como nueva fuente de legitimidad del poder político. El Bicentenario es una nueva oportunidad para reflexionar sobre nuestro país en el espejo de su historia y de las condiciones contemporáneas que lo definen como sociedad. Una oportunidad para activar ciertas preguntas capaces de interpelar a nuestra sociedad. Preguntas por la historia y por la actualidad: por la democracia que tenemos, por la sociedad que conformamos, por las representaciones simbólicas que definen el sentido de nuestra nación. Y también por la experiencia que estamos viviendo y los horizontes a construir, estableciendo un diálogo entre pasado, presente y futuro. La sociedad y la democracia no pueden conformarse con la repetición automática de sus rutinas. Ambas deben ser pensadas, revisadas desde la reflexión funda da, conel objetivo de avanzar en la construcción de una sociedad más justa. Esto puede hacerse a diario, pero hay momentos especiales, excepcionales, en los que se genera una sensibilidad singular entre los conciudadanos nos que facilita la autorreflexión. Momentos en que los valores y normas hasta ayer aceptados, son puestos en cuestión, demandan una nueva argumentación que los justifique o bien necesitan reformularse lo suficiente como para reconstruir su legitimidad. El Bicentenario es sin duda uno de esos momentos especiales. En este marco, pensamos que 2010 es un año oportuno para convocar a la ciudadanía con el fin de aportar a la construcción de un proyecto de nación, sin el cual es muy difícil tener un rumbo para el país. Sabemos que la Argentina atraviesa una situación compleja, y estamos convencidos que sólo podremos encontrar una salida al laberinto de la política actual, si primero construimos un proyecto de largo alcance en cuyo marco se defina quiénes son las personas más adecuadas para impulsarlo. Desde el MNR Río Cuarto creemos firmemente en la necesidad de que se cristalice una convocatoria amplia, a distintos sectores políticos y sociales, para construir ese proyecto de nación. La experiencia del gobierno de la provincia de Santa Fe en los últimos años, nos ratifica la creencia en una política de consensos y en la importancia de contar con una herramienta valiosa como el Frente Progresista Cívico y Social, responsable desde fines de 2007 del gobierno provincial santafesino. Con esta expectativa, observamos que una de las principales diferencias entre el Centenario y el Bicentenario es que en 1910 había un proyecto de nación. Un proyecto con el que tenemos diferencias insalvables si pensamos en las formas de ejercicio de la dominación política y social, el modelo de acumulación económica y la concentración de la riqueza, pero que, sin embargo, permitió definir políticas de desarrollo de largo aliento, como la construcción de la infraestructura social básica y un programa educativo que transformó a la Argentina, en pocas décadas, en uno de los países con mayor movilidad social ascendente. Sabemos que las cosas que se hicieron en nombre de ese proyecto de país se podían haber realizado de otra manera, seguramente mejor y más justa, pero hoy estamos en un estadio anterior, por que ni siquiera contamos con un proyecto estratégico que nos permita fijar las prioridades nacionales. Por otra parte, la comparación con el Centenario de 1910 puede darnos más indicios sobre el presente. Como ya señalamos, existe una relación estrecha entre el Centenario y la democratización política impulsada por la reforma de 1912. En la hora actual del Bicentenario es necesario pensar en otras reformas equivalentes. En un juego de comparaciones, distintos autores han sostenido que si en 1910 se trataba de democratizar la república (lo que se alcanzó con la reforma de Sáenz Peña en 1912), ahora, en 2010, se trataría de volver genuinamente republicana a la democracia que tenemos. Avanzando en esa dirección, desde el Socialismo podemos definir el sentido de 2010, como el de la hora de conquistar una verdadera institucionalidad republicana, sostener la democracia política y garantizar la democracia social que es el hogar de la ciudadanía. Sólo así, con ciudadanos activos podremos construir una nación integrada social, económica y culturalmente. Si, como sostiene una de las definiciones más clásicas, la nación no es una esencia intemporal sino un acuerdo permanentemente renovado entre quienes quieren vivir juntos, si la nación es un plebiscito cotidiano, la calidad de la ciudadanía resulta esencial para la construcción de una nación democrática.

La cuestión universitaria
La Universidad Pública atraviesa una honda crisis que afecta aún más el sentido de su propia existencia. Los argentinos y argentinas saben cada vez menos el por qué de la universidad pública, mientras el desempleo y la fractura social parecen no cerrarse nunca. Es así que el pensamiento crítico, reflexivo y democrático parece haber abandonado las aulas de todas las disciplinas universitarias. El compromiso con una visió o actitud crítica y comprometida es una pérdida de tiempo frente al mandato que estudiantes, docentes, investigadores y trabajadores de la universidad, reciben del mercado. El Estado ha dejado abandonada a su suerte a la Universidad Pública y esta no ha logrado revertir la tecnocratización de la enseñanza universitaria y la separación de esta de las necesidades de la sociedad. La década del noventa golpeó a la Universidad Pública y le produjo una herida profunda, que hoy la ha dejado lejos de su naturaleza más propia. Igualmente asistimos al cierre de lo que parece una década perdida, desde 2001 hasta ahora poco se ha avanzado en desmontar el armado neoliberal y avanzar en la construcción de ese proyecto de Universidad crítica y comprometida tan necesario.
El movimiento estudiantil debe tomar esta problemática sin titubear. En el año del Bicentenario, de la revolución patriótica de mayo, debemos encontrarnos unidos para reconstruir las potencialidades transformadoras que permitieron por ejemplo la gesta reformista de 1918. Debemos encauzar nuestros esfuerzos en un programa común que nos una frente a esta tarea primaria y esencial. No podemos dejarnos arrastrar por sectarismos, mezquindades y fanatismos que no hacen más que fortalecer a aquellos que no quieren que las cosas cambien, haciendo que la crisis de la Universidad siga profundizándose.
En este sentido es totalmente necesaria la sanción de una nueva Ley de Educación Superior, para superar el marco jurídico neoliberal que hoy nos rige; y de ésta manera avanzar en la construcción de todos los objetivos planteados anteriormente. Pero sin olvidarnos que el cambio de una ley no modifica por sí mismo la terrible realidad, que con el paso del tiempo ha cosificado una estructura mental, una concepción cultural pro-mercado.
Frente a nosotros y en nosotros está la posibilidad de comenzar a reconstruir aquella esperanza que los jóvenes argentinos supimos erguir en nuestra tarea militante y participativa, en el compromiso con nuestro país y las mayorías nacionales que hoy tanto nos necesitan, en el año del Bicentenario de la Revolución de Mayo y a seis años del Bicentenario de nuestra Independencia; verdadero "BICENTENARIO" que debemos replantearnos. Porque como decía Mariano Moreno, "Si los pueblos no se ilustran...nuevas ilusiones sucederán a las antiguas y será tal vez nuestra suerte cambiar de tiranos sin destruir la tiranía". Viva la Patria!

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