29 julio 2008

Noche de los bastones largos

Hace 42 años el general Julio Alsogaray y otros oficiales armados entraron en la Casa Rosada y rodearon al presidente Arturo Illia. Lo desalojaron a la fuerza en la mañana del 28 de junio de 1966. Así comenzó la dictadura que encabezó el general Juan Carlos Onganía.
Bajo el nombre de Noche de los Bastones Largos se individualiza en la historia argentina a la noche del 29 de julio de 1966 en que el gobierno dictatorial reprimió violentamente a estudiantes de cinco facultades de la UBA. Esa noche fue el punto culmine de la violencia desatada contra la universidad reformista, dentro de un plan de intervención de las universidades.
El gobierno de facto reprimió ferozmente a todo aquello que practique una visión autónoma de la Sociedad. Fueron varios centenares los detenidos y golpeados, entre ellos estudiantes, profesores nacionales y extranjeros e incluso un decano.
La intención del régimen era terminar con la autonomía de la universidad, para moldearla a sus necesidades y al de los grupos de poder. Había que terminar con el sistema de co-gobierno, el cual garantizaba participación a estudiantes, docentes y no docentes. Dentro del proyecto universitario del dictador estaba también la intervención en los programas de estudio de las facultades de ciencias sociales, en especial psicología y sociología.
Para lograr el fin fueron necesarios los bastones largos. Bastones por la intolerancia y el asco hacia la participación y largos para llegar a donde sus discursos no llegaban, a las trincheras del pensamiento emancipado.
300 fueron los científicos que emigraron a otros países, a otros centros de altos estudio donde fueron valorados y donde estaban a salvo de la persecución política, donde no se sentían cómplices de la barbarie; 1400 docentes dejaron sus cargos sintiendo comprometida su dignidad por el proyecto universitario del régimen. Una verdadera “Fuga de Cerebros”.
Era 29 de julio de 1966 y la mano dura que no toleraba la libertad de cátedra, la participación y la autonomía había golpeado. Era el principio de la decadencia de la educación y el saber en la Argentina, era necesario terminar con el motor emancipador que es la educación, para de este modo lograr otro tipo de sociedad. Era necesario remover de cualquier forma a las personas que no coincidieran con el nuevo estado, el Estado que hoy nos tiene infectados de injusticia.
Hoy los golpes siguen. Los bastones largos no están más, pero ahora los embates provienen de guantes, de guantes blancos. Estos atentados contra la educación que busca la emancipación social hoy encuentran en la Ley de Educación Superior a su vocero más fiel y efectivo.

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