03 abril 2009

El 2 de abril se cumplen 27 años de la iniciación de la guerra de las Malvinas. Ninguna consideración política puede disminuir la significación nacional de aquellas jornadas que se vivieron hace casi tres décadas.

Se libró una guerra contra un Estado Colonialista, Gran Bretaña, que contaba con el explicito respaldo material de la principal potencia imperial, los Estados Unidos de América.

En esa guerra murieron muchos argentinos, hubo también muchos heridos, y otros que aun padecen las secuelas morales de la contienda, eran muy jóvenes en su gran mayoría, y murieron defendiendo la soberanía de su patria, enarbolando una bandera que es la misma que nos acompañó cuando nuestro pueblo libró la batalla de la Independencia para consagrar una Nación libre, democrática y republicana. La misma que simboliza la unidad y la vida de nuestra Nación.

No cabe disminuir la honra a la memoria de nuestros muertos y heridos de Malvinas porque las decisiones políticas que condujeron a la guerra emanaran de una aberrante dictadura, que ilegítimamente ejercía el gobierno de la República, ni que la conducción armada fuera incorrecta. Deben permanecer eternamente en nuestra memoria las consecuencias que para nuestro pueblo tuvo el llamado conflicto del Atlántico Sur.

De la misma manera que el carácter dictatorial del gobierno argentino de entonces en nada mengua el sentido colonialista que reviste Inglaterra, manteniéndose en la ilegitima y violenta ocupación de nuestro territorio, ni la acción desleal o ilegal de los EEUU de América que, violando los acuerdos internacionales y los principios de política exterior que dicen sostener, apoyaron resueltamente al enemigo.

No olvidemos finalmente la cálida y generosa solidaridad de los pueblos hermanos de América Latina que dejaron en claro en que lugar debemos buscar apoyo los latinoamericanos.

El recuerdo del 2 de abril nos reclamará siempre, como decía Alfredo Palacios, prologando su libro sobre las Islas Malvinas, la resistencia obstinada al hecho cumplido que no es estéril, concluía, porque ha proporcionado, en primer término, un modelo y una lección para la enseñanza y el libro, y ha incorporado al derecho internacional actual la idea de que la de las Malvinas es una cuestión pendiente.

Finalmente, escribía Palacios: “¡Que los jóvenes mantengan encendido su idealismo y no entre en sus corazones ni la claudicación, ni la cobardía! Mas que toda cosa guardada, dice el Libro de los Proverbios, guarda tu propio corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida”.

Son centenares los jóvenes cuyos restos mortales descansan en estas islas y miles los que aún hoy siguen sufriendo padecimientos físicos y psíquicos como consecuencia de esta guerra; por ellos y por la necesidad de proteger la memoria histórica, es que consideramos procedente:
 ratificar, una vez más, la soberanía sobre las Islas Malvinas y demás islas del Atlántico Sur, los mares adyacentes y la porción correspondiente del Continente Antártico, derecho inalienable que no puede ser negociado de manera alguna;
 rendir homenaje a los hombres que, en defensa de su bandera y de la soberanía nacional, murieron heroicamente en la guerra de Malvinas;
 y declarar sobre la memoria de los compatriotas caídos, nuestro inquebrantable compromiso de no renunciar jamás a la justa reivindicación de esa parte del territorio argentino por medios pacíficos, es decir, con la fuerza que nos da la incontrastable legitimidad de nuestros derechos.

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