15 junio 2010

Nota de Opinión

Los dolores que nos quedan son las libertades que faltan

Este 15 de junio se conmemora el 92º aniversario de la Reforma Universitaria de 1918, el movimiento de la juventud que constituye el aporte cultural más original y más profundo de América Latina en el siglo XX. Gesta que transformara a nuestra Universidad en el faro intelectual de América Latina y que hoy sigue siendo la más legítima y estimulante tradición de los estudiantes argentinos y latinoamericanos.
La juventud de 1918 fue portavoz de una nueva realidad social, los jóvenes irrumpieron en las aulas con una nueva actitud, llena de ideas, de programas y de propuestas. Todos los escritos de la época reflejan ese sen¬timiento; pero no era el cambio por el cambio mismo, sino una verdadera ruptura con el concepto de educación tradicional, arcaica, religiosa, verticalista; proponiendo que la Universidad debe estar al servicio de la resolución de los grandes problemas nacionales. En síntesis nace una idea de Universidad comprometida con el presente, protagonista y trabajando para el futuro.
La Reforma propugnó una honda transformación de la Universidad en sus fines para ponerla al servicio del pueblo como institución fundamental de la diversidad cultural de la vida pública.
Pero hoy parecieran lejanos aquellos postulados reformistas, cuando noventa y dos años después, continúan aplicándose restricciones al ingreso y la permanencia; cuando el cogobierno (y por lo tanto la democracia) no es pleno o no existe en algunas universidades; cuando la extensión universitaria es sólo un postulado utópico; cuando la investigación científica se convierte a la postre en venta de servicios a privados, cooptados por intereses de grupos concentrados de poder económico; cuando la autonomía se vuelve cliente del gobierno nacional de turno o feudo de algunos personajes (hace falta ser rector para ser intendente, o diputado, o ministro); cuando la gratuidad tiene serias transgresiones, producto de algunos artilugios que idearon los “técnicos” del neoliberalismo. Pero cómo decía Deodoro Roca hace casi un siglo, “el mal de las Universidades es un mero episodio del mal colectivo”…
No es ésta una visión pesimista, pero la realidad no deja lugar para los festejos. Sí compromete a no dejar de luchar por esos principios que aún no se cumplen, sí exige nuestra responsabilidad para con los sectores populares de la república, sí nos compele a defender la democracia, la libertad y la igualdad.
Esta responsabilidad es nuestra, sólo nuestra, ya que “la Juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de contaminarse…” (Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria – 1918).
Desde el Movimiento Nacional Reformista, celebramos estos noventa y dos años de Reforma Universitaria; celebramos también cincuenta años de vida de nuestra organización (la más antigua del país), pero con la clara conciencia de que el presente merece una reflexión crítica, de que la lucha no caduca en postulados vacíos (cómo hicieron algunos en la década del noventa) y de que el futuro merece una Universidad comprometida socialmente, abierta a las mayorías nacionales y con un claro espíritu latinoamericanista.

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