21 mayo 2009

Doctor Honoris Causa Luis Antonio Chiozza: Corazón, hígado y cerebro. Tres maneras de la vida

“Voy a hablar de tres maneras de la vida, tres maneras que están simbolizadas por el corazón, el hígado y el cerebro. Representan tres maneras que con frecuencia se desequilibran”, dijo en el inicio de su distinguida conferencia el médico Luis Antonio Chiozza, tras haber sido investido como Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Río Cuarto, el viernes.

Señaló: “Los antiguos distinguían tres formas del conocimiento. Una forma del conocimiento proviene del latin scire y es lo que se ha captado de lo que se dice.

El saber intelectual queda representado por el funcionamiento del cerebro y corresponde a lo que se puede explicar, aunque no se pueda creer o comprender. Sapere de los antiguos, que era lo que se ha saboreado alguna vez. El saber emocional queda representado por la función del corazón y corresponde a lo que se puede comprender, aunque no se pueda explicar o creer”.

Agregó: “Es posible mencionar algunos desequilibrios que son típicos y frecuentes. El ser humano que “suelta su corazón”, se enamora “sin usar la cabeza”. Y debe enfrentar un gran “esfuerzo hepático”. El intelectual apasionado que tiene ideas y entusiasmos, pero a quien no “le alcanza el hígado” para materializar sus proyectos. Y el hombre de negocios, de capacidad ejecutiva, que tiene “el hígado frío” y “usa la cabeza” pero que tiene poco corazón”.

“Suele pensarse habitualmente que la vida psíquica reside en el cerebro y que la representaciones cardíacas y hepáticas “sólo” alcanzan el valor de una metáfora”. “Es necesario explorar, entonces, el problema de la relación psicofísica e indagar también en la relación de significación implícita en el pensar metafórico”.

“El punto de partida del problema psicofísico. Cuando una luz intensa atraviesa mi pupila y alcanza mi retina siento una molestia, pero ignoramos cómo el estímulo físico genera una sensación anímica”.

“Cuando siento una molestia visual mi voluntad puede generar el acto de cerrar los párpados, pero ignoramos cómo la voluntad de mi alma genera el movimiento de mis músculos”.

Seguidamente, Chiozza habló de las distintas modalidades de interpretación. Dijo: “Tenemos el monismo materialista – al que representó en la figura de Sancho Panza- y el monismo idealista –representado por el disertante en el Quijote-”, señalando la figura de ambos personajes literarios en una pintura de Picasso.

Señaló que hay un monismo materialista extremo, que sostiene que la mente no es más que una ilusión creada por un grupo de células. Y otro moderado en el que la mente es una propiedad emergente de los organismos cerebrados. Y por otro lado, indicó que hay un monismo idealista extremo, llamado a veces solipsismo, que sostiene que la materia no es más que una ilusión de la mente; y uno moderado, que a partir del “pienso luego existo”, sostiene que el acto de conciencia es la realidad esencial.

Seguidamente, indicó que “el cuerpo y el alma son dos organizaciones del conocimiento en la conciencia”. Y que existen distintos tipos de fantasías específicas: “fantasías de órganos. Por ejemplo: fantasías hepáticas o renales. Pueden constituir una primacía como, por ejemplo, las orales. Fantasías de funciones elementales, por ejemplo: fantasía inflamatoria o general exudativa. Fantasías de sistemas funcionales; por ejemplo: fantasías visuales o inmunitarias. Y fantasías de enfermedades; por ejemplo: fantasía cancerosa o del sida”.

“Podríamos hacer una larga lista relacionando afectos con síntomas y signos. Por ejemplo: el desaliento con la disnea; la envidia con la disquinesia biliar; la ambición con los trastornos urinarios. Sin embargo, cuando decimos que recordar es “volver al corazón”, queremos significar que el corazón se arroga la representación simbólica de las rememoraciones que transcurren con una sobresaliente participación afectiva. No afirmamos que recordar es el producto psíquico de la función cardíaca”, sostuvo.

Y agregó: “Las cualidades de las descargas que configuran los diferentes afectos dependen de “claves de inervación” que codifican funciones vegetativas que involucran de manera particular a un conjunto de órganos. Las vicisitudes de activación de las claves dependen de la función moduladora de los estados afectivos que se ejerce en distintas regiones del tallo cerebral y en las estructuras profundas del cerebro que se vinculan con distintas áreas de la corteza cerebral”.

A continuación, afirmó: “Los sentimientos no están en el corazón, la voluntad no está en el hígado ni en los músculos los pensamientos, los sentimientos y los deseos no están en el cerebro. Cuando una ameba distingue entre un alimento y un tóxico establece un juicio. Lo mismo ocurre cuando un linfocito “reconoce” un antígeno (endosemiótica). Las fantasías cerebrales, como las hepáticas o las cardíacas, están presentes en las funciones celulares”.

Por otro lado, se refirió a la conciencia. Dijo: “La finalidad de una función o de un acto, la intención, el sentido, el significado, es lo psíquico “primario” (que Freud denomina genuino, o verdadero). Lo psíquico “primario” es inconciente para lo que habitualmente denominamos conciencia. La “conciencia habitual” sólo se agrega a unos pocos procesos inconcientes convirtiéndolos en procesos concientes. La existencia de un psiquismo inconciente lleva implícito que lo que define al psiquismo no es la conciencia sino que es el sentido o el significado de una serie que se encamina hacia un fin, una serie de acontecimientos que tiene significado constituye una historia de manera que lo que llamamos psiquismo y lo que llamamos historia son dos puntos de vista sobre un mismo asunto”.

“Dado que el significado define al psiquismo inconciente, el significado no puede definir a la conciencia, la conciencia es noticia de un significado, las dos características fundamentales de una organización (“representante-representado” y “distribución topográfica”) confluyen con la relación que existe entre la “noticia” (representante) y el significado del cual se tiene noticia”.

“Si la conciencia representa a un referente, deberán existir, necesariamente, distintos niveles de conciencia que son inconcientes para la conciencia habitual”. “Cada nivel de conciencia “inconciente” configura el mapa de un yo inconciente distinto. Los distintos niveles de conciencia se organizan siguiendo los modelos que manifiestan la complejidad de la vida”.

Luis Antonio Chiozza habló de distintos tipos de conciencia: conciencia moral ( a partir del valor afectivo); conciencia extendida: percepciones, pensamientos y recuerdos; conciencia del yo autobiográfico (damasio); conciencia nuclear “afectiva”: sensaciones y estados de ánimo. Conciencia del “sí mismo” nuclear (damasio); conciencia de sistemas y de funciones de órganos y conciencia célulohumoral. Yo célulohumoral (cesio). Registro de la tensión arterial en el seno carotídeo, registro de los niveles de anhídrido carbónico, etc.”.

Y agregó: “El yo forma un ello con un mundo de objetos percibidos, con un mundo representativo de imágenes, con una autorreferencia (representación del yo observado que ya no es el que observa) otros “sujetos” semejantes (fuera y “dentro” de mi cuerpo). Cuando hablo, siento, percibo, pienso y hago, experimento la conciencia de manera única y verdadera, evidente e inmediata, y también siento que elijo los actos que realizaré. La conciencia es un singular cuyo plural se desconoce. En la autorreferencia, cuando digo o pienso “yo”, el yo pasa a ser objeto (pasa a ser ello), como mis manos, mi inteligencia, mi memoria, mi enfermedad o la tierra de mi país que piso, y depende de acontecimientos que escapan a mi dominio”.

“Ello (“fuera” de mí en el espacio o en el tiempo) contiene innumerables entidades a las cuales atribuyo el conjunto de características que denominamos “yo”. Un “yo” que es “tú”, “él” o “ella”, y también “las innumerables existencias anteriores del yo”.Las cualidades esenciales a la cuales nos referimos cuando decimos “un yo” son su intencionalidad y la conciencia de su propia existencia, es decir: lo que denominamos “sentimiento de sí””.

Fantasías cardíacas

En referencia a las fantasías cardíacas, señaló: “la palabra “corazón” deriva del latin cor. El vocablo castellano, y su equivalente portugués (coracao), son aumentativos que aluden al gran corazón del hombre valiente y de la mujer amante”.

Y mencionó algunas expresiones significativas del lenguaje habitual: “a lo hecho pecho”, expresa valentía, esfuerzo y responsabilidad. Puede llegar al extremo de un coraje temerario; “se me parte el corazón”, expresa un sufrimiento excesivo. Mientras que “una espina en el corazón” es una sospecha dolorosa, “una puñalada en el corazón” es una ofensa grave, una ignominia; “estar con el corazón en la boca”, expresa inquietud y angustia, y “se me para el corazón”, una grave aprensión. Una persona de “buen corazón”, de “gran corazón”, o de “corazón noble”, es una persona generosa y magnánima.

Y siguió con algunas palabras que aluden a la “función” cardiaca. “Misericordia” expresa compasión frente al sufrimiento ajeno; “concordia” y “acuerdo”, señalan la compatibilidad y la armonía de los sentimientos, mientras que “discordia” expresa sentimientos antagónicos. “Recordar” significa literalmente “volver al corazón” en el sentido de rememorar con sentimiento, “presentir” es anticipar lo por venir. En el lenguaje popular se suele hablar de “palpitarse”.

“El corazón se caracteriza por su trabajo rítmico ininterrumpido (el bobo). El feto percibe los latidos del corazón materno. La mayoría de las palabras infantiles son, como “mamá”, “papá” y “bebé”, bisilábicas. El ritmo cardíaco, presente en la música y el habla, representa la cualidad del instante que transcurre entre la nostalgia y el anhelo”.

Fantasías hepáticas

Cuando llegó a las fantasías hepáticas, el disertante mencionó algunas expresiones significativas del lenguaje habitual: “La expresión “tener hígados” es sinónimo de un ánimo caracterizado por la decisión, la capacidad de esfuerzo y la perseverancia. El hígado, para los antiguos, era el asiento de todas las pasiones y de todos los deseos. En numerosas producciones literarias, y en el lenguaje popular, el hígado y la bilis representan a los celos, la envidia y la amargura. La expresión “lengua viperina”, usada para referirse a las actitudes envidiosas, alude a las serpientes que inyectan veneno en sus presas, como algunas arañas, para comenzar su digestión antes de incorporarlas. Un mecanismo análogo a la acción de los jugos digestivos en el duodeno, previo a la introducción de los nutrientes en el hígado”.

Y siguió con algunas palabras que aluden a la “función” hepática: “la palabra “hígado”, que designa al órgano, además denota ánimo y valentía, mientras que “ahigadado”, usada para referirse al color del hígado, significa también esforzado y valiente. La palabra inglesa jaundice, que designa a la ictericia, se usa también para referirse a un estado mental caracterizado por celos, envidia, malicia y suspicacia. El vocablo “amarillo”, que designa un color primario que caracteriza a la bilis es, por su etimología, un diminutivo de amargo. La palabra “melancolía” que designa una enfermedad caracterizada por depresión y amargura, deriva de melanoscholia, que significa bilis negra”.

Fantasías cerebrales

También se refirió a las fantasías cerebrales e indicó algunas expresiones significativas del lenguaje habitual: “suele hablarse de “cabeza hueca”, de tener “poca cabeza”, o “pajaritos en la cabeza”, para referirse a una persona insensata que establece juicios desatinados. Frecuentemente se usa la expresión “cabeza dura” para aludir a quien es incapaz de modificar su modo de pensar frente a lo que testimonia la experiencia. La expresión “no me entra en la cabeza” se utiliza frente a algo que resulta inconcebible, mientras que “no quiero tener un dolor de cabeza”, alude a algo que nos hará pensar “dilemas” conflictivos que pueden llevarnos al extremo de sentir que “se nos parte” o “estalla” la cabeza”.

Y siguió con algunas palabras que aluden a la “función” cerebral: “El vocablo “cerebro”, por su origen etimológico significa “cabeza”, término que deriva del latín captus (como “capital”, “capitel” y “capitán”) alude a las ideas de parte superior, principal, o culminación, y también a los conceptos de dirección y gobierno. La palabra “sesos”, derivada de “sentir”, alude a la cualidad “sensato” (dotado de una capacidad sensorial). El vocablo “pensar”, deriva de “sopesar”, una actividad que lleva implícita una comparación. mientras que “razonar” es establecer una “razón”, una ratio o diferencia entre las cosas que se comparan, el pensamiento, en un sentido amplio, incluye todo lo que a uno le puede “pasar por la cabeza”. “Reflexionar” o “especular”, adquieren el sentido de contemplar desde distintos puntos de vista, como sucede cuando la realidad se refleja en espejos”.

Finalmente, el doctor Chiozza indicó: “La automovilidad y el sentimiento de sí mismo que configuran la intencionalidad constituyen las características que nos permiten atribuir a un organismo un yo y una conciencia”.

“El representante se adhiere al sentimiento de sí que se constituye en torno de las sensaciones, mientras que lo representado configura un “ello” objeto de la percepción, que adquiere a veces las características de un alter ego”.

“La interfase que configura la relación de significación entre un representante y su representado, es la superficie especular de reflexión que caracteriza a la operación de la conciencia”.

Fuente:unrc.edu.ar

No hay comentarios: